Van por todo; Alberto lo hizo
El Presidente sostiene blanco en donde antes dijo negro, frío en donde dijo
padecer calor
Por Luis Novaresio
Ignacio Zuleta describió con su proverbial
originalidad la “funesta manía de Alberto Fernández de explicar las cosas”. El
presidente habla mucho, de muchas cosas, todo el tiempo y, antes de explicar,
confunde, creen algunos de los que entornan al titular del ejecutivo. Se
autovalora como buen docente, buen transmisor de ideas y no lo es, le achacan.
Me permito disentir.
Es verdad que escuchar o leer al Presidente provoca
la tentación de contrastarlo con sí mismo. No vale la pena esa tarea. No
hay mayor contradictor de Alberto Fernández que Alberto Fernández. Sostiene
blanco en donde antes dijo negro, frío en donde dijo padecer calor. Por eso no
vale la pena perder el tiempo en señalar estupefacción o bronca por semejante
transfuguismo explícito que no provocó daño electoral. Merece sí meterse con
sus palabras de hoy para entender que su incontenible verborrea, antes que
confundir, aclara con nitidez quién es y qué piensa.
Adelantemos alguna conclusión: Fernández es un
agnóstico -por no decir un ateo- del sistema republicano de división de poderes
y control de la legalidad del mismo. ¿Hay que decir que emula a Venezuela o que
tiene en mente un proyecto a la luz de algún trasnochado revolucionario?
Alcanza con decir que preocupa y mucho el modo autocrático que concibe (y
ejerce, cómo no) el poder.
Algunos ejemplos ayudan. Hace poco, luego de recibir
una sentencia clamorosamente dura contra la constitucionalidad de su decreto de
emergencia en materia sanitaria, denostó a los jueces que la dictaron al grito
(sin metáfora) de “me apena ver la decrepitud del derecho convertida en
sentencia”. Sin ponerse colorado, dijo allí mismo que “nadie (sic) ama el estado
de derecho como yo”. Semejante oxímoron lo describe. El máximo tribunal
constitucional argentino le dijo que algo que hizo está en contra de la carta
magna. El Presidente calificó de decrépitos los pensamiento de los jueces
(¿alguien imagina lo que diría el kirchnerismo si Rosenkrantz o Lorenzetti le
dijera decrépitos a los decretos del ejecutivo?) olvidando sus dotes de amante
del estado de derecho que creen en el control jurisdiccional de los
administradores. Con eso alcanzaría para entender su vocación de
concentración total de poder. Podría agregarse que a le prensa o dirigencia
política que lo critica los califica como imbéciles profundo. Sin embargo, hay
más.
Luego de recibir una clase de derecho elemental en
donde la corte explicó qué el federalismo argentino, Fernández anunció que era
una fallo inexistente por haber versado sobre una norma cesada por el paso del
tiempo, como si un criterio jurisprudencia se extinguiera por su voluntad. Y
emitió otro decreto igual de inconstitucional. A las pocas horas anunció el
envío de una ley para “estandarizar” criterios sanitarios que relevaran al
poder ejecutivo de la imposición de abrir o cerrar escuelas, bares o comercios
desde la Quiaca a Ushuaia como hizo por 14 meses ininterrumpidos. El criterio
lucía plausible. Que las restricciones nacieran del debate parlamentario. Hasta
que se lee el proyecto.
Todas y cada una de las medidas que se toman en base a
supuestos criterios objetivos (cantidad de enfermos, camas disponibles,
circulación del virus) están sometidas a una condición arbitraria del cambio de
opinión del Presidente. “Facúltese al poder ejecutivo nacional a suspender o
morigerar siempre que cuente con la fundamentación de la autoridad sanitaria
nacional” “previa consulta” (dice “consulta”) “a las autoridades provinciales”,
se lee a diestra y siniestra del cuerpo normativo. O sea. Todas las medidas
previstas por una ley, desde toser en el codo (no hay metáfora. Se redactó una
ley que propone toser en el codo y ventilar ambientes) hasta cerrar escuelas o
industrias se manejarán por un índice de enfermos, camas de UTI y demás hasta
que el presidente decida lo contrario. Decir esto o decir “entréguenme una ley
que diga que el estado soy yo”, lucen paralelos.
Alberto Fernández se ha revelado como un presidente
que atropella la ley y, más, a los que pretenden aplicarla, sean jueces o meros
opinadores de las mismas Para ello, ideó en medio de la peor catástrofe
sanitaria de la historia nacional un proyecto para diezmar la independencia del
ministerio público fiscal explicado con contundencia por Guillermo Lipera en Infobae.
El hombre que ama el estado de derecho se ha mostrado
en sus palabras y en sus hechos en un amante de un sistema de unicato que no
tolera disensos de contrapoderes de ninguna índole. Amores tóxicos, dirían los
conductistas posmodernos. (Infobae)
Van por todo SI LOS DEJAN.
ResponderEliminarEva
Ninguna novedad, siempre fue un mentiroso, un siniestro manipulador, un mediocre, se sabía perfectamente pero la prensa lo vendía como la octava maravilla, Alberto de acá, Alberto de allá, todo por unos billetes. Dejen de hacerse los sorprendidos, repugnan, el desastre al que nos empujaron es inconmensurable, no tienen perdón, se puede justificar a muchos analfabestias, pero ustedes que instalaron semejante farsante e inútil merecen las siete plagas de Egipto juntas.
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