No pares de leerlo hasta el final, porque a medida que avanza se pone mucho mejor y termina en la excelencia.
Me molesta de sobremanera tener que escribir sobre esto. En diciembre de 2015 Cristina Fernández todavía de Kirchner contaba con una imagen positiva del 50%. Una rareza para un gobierno que finalizaba ocho años de gestión personal, doce si sumamos al difunto esposo. Muy raro si contamos más de una década atravesada por conflictos por todas partes, la mayoría de ellos provocados por acciones del gobierno. Podría resumirse en que el 50% de los encuestados amaban a Cristina y el otro 50% la odiaba. Pasiones, símbolo novelero de este ya no tan nuevo siglo.
Cuando Mauricio Macri asumió su presidencia se encontró con ese escenario de polarización extrema en la que él intentó no gravitar. Visto a la distancia tenemos todo demasiado lejano por culpa de esa pausa nefasta que implican los dos años de pandemia extrema.
En el universo de las novedades políticas, Macri resultó un outsider total. Sí, había sido diputado por un par de años y Jefe de Gobierno porteño por dos períodos consecutivos. Pero, convengamos, nunca nos habríamos imaginado que un Ingeniero empresario proveniente de una familia millonaria llegaría a la Presidencia. Con un partido relativamente nuevo, una alianza imposible y sin saber hablar de corrido.
Me molesta de sobremanera tener que escribir sobre esto. Esta última frase la podría repetir en varios pasajes y así es porque, en primer lugar, me irrita sólo pensar que puedo quedar en el lugar de defensa de un gobierno al que no le interesa defenderse. Y en segundo lugar porque, bueno: me siento molesto al escribir esto.
Pero ya son varias las ocasiones en las que escucho la misma sentencia que, por repetitiva, se convierte en eslogan: “los que gobernaron y fracasaron no pueden dar consejos”. Es un clásico de la política argentina, que, a medida que pasan los años de vida de un ser humano, se convierte más en una pelotudez que en un mantra. Salvo, claro, para los winners de la vida.
Se me disparan mil preguntas retóricas al respecto, como preguntarme qué se considera un fracaso, qué vara se mide para establecer ese fracaso, cuántos fracasos convierten a una persona en fracasada, etcétera. Quizá por vivir en una zona de terminales de camiones y colectivos, desde chico me crié con sofismas fileteados que arrojaban certezas cuanto menos polémicas. Como si hubiera salido de la cabeza de algún Rabindranath Tagore de suburbia, la máxima “envidias mi éxito porque no conoces mi esfuerzo” se estampaba en la parte trasera de un Mercedes 911 con carrozado El Indio que alguna vez supo ser un colectivo pero que ya estaba pintado de naranja para hacer eso que hacen los bondis que ya no son seguros para los pasajeros: transportar niños al colegio.
La costumbre de colocar frases en los colectivos ni siquiera es privativa de la Argentina, que bien abundan en el resto de América Latina. Pero el triunfalismo de un tipo que a las tres de la mañana está parado en un semáforo desvencijado de Camino de Cintura, sólo puede darse en estas tierras donde una persona puede sentirse orgullosa de lo que a otros les da miedo.
Somos triunfadores natos. Nos da lo mismo volvernos de un Mundial en cuartos de final, en primera ronda o subcampeones. Fracaso total y absoluto. ¿Por qué en política seríamos distintos?
Para medir un fracaso hay que ver cuáles son los parámetros. Si un tipo se hizo una pequeña fortuna con una base escueta, quiero aprender cómo lo logró. Y si otro tipo perdió su pequeña fortuna quiero saber en qué se equivocó. Mirá si no tengo para aprender.
Pero vuelvo al punto del gobierno fracasado y… Me molesta de sobremanera tener que escribir sobre esto, pero cabe preguntarse cómo es que la medida de periodistas ensobrados versus libres –si es que alguien dimensiona qué cazzo quiere decir eso– vino a reemplazar el concepto de periodista crítico versus oficialista. Los oficialistas, que evidentemente no están para nada ensobrados ni tienen a sus parientes o socios laburando en ningún organismo, son de comentar que Macri fracasó. Y el Presidente es de compartir esa opinión ajena en sus redes y de su propia boca en privado.
La idea del fracaso de un gobierno pretérito no es nueva, aunque algunos crean haber descubierto la pólvora. Y el fracaso es selectivo y apunta a la bronca de la gente, que también es selectiva respecto de qué le afectó más. Así es que Menem se paró sobre el fracaso económico de Alfonsín, De La Rúa sobre el fracaso en la honestidad de Menem, Duhalde en el fracaso económico de De La Rúa –que era también el de Menem– y Néstor Kirchner en el fracaso de todo lo que existió antes de su llegada a la presidencia desde una galaxia muy, muy lejana.
Cristina no podía criticar el fracaso de su marido en ningún área. Pero eso no la privó de atacar a la Alianza y al menemismo, a pesar de tener a medio funcionariado proveniente de la Alianza y a buena parte del menemismo. Cosas que pasan en la Gran Argentina donde todo tiene la etiqueta que la gran mayoría disponga. Si se dispone que el peronismo es progresista y todo lo demás consistió en un error de la Matrix, que así sea. Y si aparece uno a decir que Macri es un comunista porque el liberalismo es conservador, ta´todo bien.
Lo que sí puede llegar a joder es el ímpetu con el que se pregona. Por eso, no sé si ya lo dije, pero me molesta de sobremanera tener que escribir sobre esto. Me pasa que no me da igual volverme del Mundial en primera ronda con un empate frente a Suecia que perder una final contra Alemania. ¿Se entiende? No es igual agarrar las riendas del país que dejó Cristina Fernández que lo que quedó de la gestión de Alberto Ídem.
Cristina dejó el gobierno con un acto multitudinario que anunciaba lo que sería la oposición a Macri. Básicamente lo que se dio a llamar “la máquina de impedir”, con “el club del helicóptero” a la cabeza. No sé si la necesidad de tener que recordarlo obedece a que ya pasó casi una década, pero la realidad no se puede torcer. Y eso puede ser que me irrite aún más: que sea yo el que tenga que recordar esto mientras los macristas más insoportables hoy pululan entre el silencio, el juzgamiento de pensamientos ajenos desde una posición absolutamente banana, y la defensa irrestricta de cualquier medida anunciada por el Gobierno, aunque sea una nimiedad destinada solo a provocar discusión. En Xwitter, claro, que en la calle están todos en otra.
No sé si se le puede llamar “fracaso” a un gobierno que finaliza su mandato sin adherir al Justicialismo desde 1936. O desde 1928 si nos ponemos en puristas constitucionalistas. ¿Es una vara muy baja? No sé, habría que preguntarle a De La Rúa, que ganó las elecciones por paliza y en primera vuelta.
Recuerdo que, en el último gobierno de Cristina, yo podía reconocer la manzana de mi vivienda desde un kilómetro cuando volvía de a pie. No era que quedaba en medio de una ruta provincial: pleno corazón de Buenos Aires. Vivíamos sin luz, con cortes a diarios en el suministro eléctrico ni bien el termómetro tocaba los 26 grados. Mi manzana zafaba por tener un generador eléctrico propio. Las ventajas de tener de vecino a Oscar Parrilli. Eso no impidió que lo contara en una nota. ¿Qué hizo Parrilli? Ordenó retirar el equipo y se fue a la Patagonia. Por suerte mis vecinos no sabían a qué me dedicaba.
En invierno, la carencia total de infraestructura energética obligaba a gastar toda la que no teníamos en buques de gas licuado. Así y todo no alcanzaba y, ni bien soplaba la primera brisa, había que elegir entre dejar que las fábricas funcionen o que la gente no se congele. Bonito, ¿no? Con esa herencia de carencia productiva total por falta de infraestructura de un gobierno supuestamente industrialista, el gobierno fracasado de Mauricio Macri entregó un país casi sin cortes y que devolvía los buques de gas por falta de necesidad. Y todo esto a pesar de contar con Aranguren en el área a cargo, una persona que, en su inmensa sabiduría, Milei ha calificado de inútil.
El fracasado de Macri recibió un país en el que la red de ferrocarriles de carga no podía cumplir con su única función. La red fue renovada. Y si todavía queda algo que de producción en alguna parte de la Argentina, puede moverse gracias a la infraestructura del fracasado.
Muchas de las cosas que hoy se discuten, pueden hacerse porque alguien se atrevió a romper el paradigma. Doce años de proteccionismo absurdo tuvieron fin cuando se habilitó la política de cielos abiertos. En menos de cuatro fracasados años aumentó un 60% la cantidad de personas transportadas por aviones comerciales.
Entiendo que en tiempos tan raros que un Cúneo Libarona termina como ministro de Justicia, se pueda confundir cualquier cosa. Pero hubo una época en la que, en vez de “castas”, hablábamos de amiguismo, negociados, nepotismo, acomodos y tráfico de influencias. Punto a favor de don Cúneo: su sola mención representa todo eso junto. Curiosidades de la vida, se da la coincidencia de que el ministro fue abogado defensor de tres empresarios en la Causa de los Cuadernos. Uno de ellos es el sobrino de Eduardo Eurnekián, a quien Milei le debe años de cuatro comidas diarias. ¿Qué permitió que esa causa pudiera existir, al igual que la inmensa mayoría de causas de corrupción? La Ley del Arrepentido, impulsada y aprobada durante el fracasado mandato de Mauricio Macri.
Fue tan de poca monta lo dejado por el fracasado Macri que hasta el Gobierno de Violencia Fernández tuvo que padecer las consecuencias. ¿Vieron esos informes en los que comenzaron a notar que la cuarentena era para los giles y que a la Quinta de Olivos ingresaba cualquiera? Fueron obtenidos mediante pedidos de información pública. ¿Cuándo comenzó a implementarse eso? Por ley impulsada, aprobada y promulgada durante el fracasado gobierno de Macri, el cual también digitalizó todos los expedientes para que ahora exista otro punto de partida mucho más avanzado para la desburocratización del Estado.
Y qué decir de los medios de aquellos años. Bastaba un salto en el dólar para que anunciaran que Macri se retiraba en helicóptero. Era verdad, se retiraba de la Rosada a Olivos al finalizar el día, pero la mala leche se podía oler desde otro sistema solar.
Muy a pesar de lo que tenga para decir Milei, los medios actuales le hacen flor de precio. Sobre todo si comparamos con la fracasada gestión del fracasado Macri. No hubo llamas en los zócalos televisivos con las devaluaciones de inicios de la gestión y todos se encuentran entre absortos y temerosos de decir cualquier cosa. Ante el miedo de recibir una oleada de puteadas por equivocarse en una palabra o pifiar una información –el que no trabaja tiene la suerte de nunca equivocarse– podemos ver bonitos ejemplos como un canal de noticias que dedica el presupuesto de un móvil de exteriores a explicar durante dos horas cómo conseguir el regalo del Día de la Madre a precios mayoristas en la calle Avellaneda.
Y eso también hace a un contexto totalmente diferente al que recibió al fracasado de Macri en diciembre de 2015. Para empezar, la inflación de medios financiados por el Estado todavía tenía resto para pegar duro y parejo. Muchos de los empresarios enriquecidos por izquierda con negociados, testaferros varios y advenedizos devenidos en magnates, tenían abundante manteca para decorar todos los techos del país. Y lo hicieron.
El clima de época de 2015 fue tal que, por primera vez en la historia, la corrupción figuraba en el Top 3 de preocupaciones en el termómetro social. Por primera vez desde que se mide, claro. Los fracasados de aquel entonces llevaron adelante una avanzada que logró que el actual presidente no tenga a Alejandra Gils Carbó a cargo de todos los fiscales federales de la Nación, que la acumulación de pruebas salieran desde los cajones hacia los juzgados y que, aquellos que no terminaron presos, prefirieran largar todo y pasar al anonimato. Hoy nadie sabe quiénes fueron Szpolski, ni Garfunkel, ni Gvirtz.
La cantidad de documentación aportada y las leyes impulsadas por los fracasados de aquel gobierno fracasado, consiguieron que, por primera vez en demasiado tiempo, ex funcionarios públicos fueran condenados por sus acciones como funcionarios públicos. Por corrupción, ya es raro. Ahora, por las medidas adoptadas, casi nadie paga nunca. Entre 2016 y 2019 nos malacostumbramos a ver esposados a tipos que, hasta muy poquito tiempo antes, se sentían los verdaderos dueños de la Argentina. Una pena que hoy no se recuerde quién fue y qué hizo Julio De Vido entre el 25 de mayo de 2003 y el 10 de diciembre de 2015. Y eso que el Presidente puede preguntarle a Cúneo Libarona por una de las causas en las que De Vido estuvo hasta las tarlipes.
Pero incluso hay cosas que al actual presidente le gustaría que ocurran y que sólo pueden darse gracias a que gobernó un fracasado. Ese acuerdo Mercosur-Unión Europea que Milei quiere firmar aunque tenga que aceptar a Lula Da Silva es hoy una posibilidad gracias a una gestión fracasadísima.
En lo que sí existió consenso fue en el parámetro que Macri mismo puso como vara para medir su gestión: el índice de pobreza. No existía al asumir. Literalmente, el gobierno de Cristina había dejado de medirla porque el entonces ministro de Economía, Axel Kicillof, consideraba que un número podía estigmatizar a la gente. Y uno que creía que había que comer a diario.
Por ser la pobreza una consecuencia de una gestión económica, podríamos decir que el fracasado de Macri tuvo un punto bastante débil en su gestión económica. De hecho, el actual Presidente de la Nación no podía contener sus insultos contra un tal Luis Caputo y su equipo económico. No deja de ser curioso que tamaño fracaso sea una de las pocas cosas que al Presidente Milei no le molesta tanto.
Al menos no le molesta tanto como ese vil Decreto 93 del año 2018 que decía que “no podrán efectuarse designaciones de personas, bajo cualquier modalidad, en todo el Sector Público Nacional, que tengan algún vínculo de parentesco tanto en línea recta como en línea colateral hasta el segundo grado, con el Presidente y Vicepresidente de la Nación, Jefe de Gabinete de Ministros, Ministros y demás funcionarios con rango y jerarquía de Ministro”. Cuánto daño habría causado a los destinos de la Patria no contar con la sabiduría y experiencia de la hermana del Presidente o del hermano de su vocero.
Ese mismo 2018, más precisamente en febrero, un economista llamado Javier Gerardo se paró en medio de una avenida junto a los camioneros agremiados en una protesta contra el Gobierno de Macri. El ministro de Finanzas era Caputo. No debe haber sido un buen año para el encargado de decidir quién es gente de bien y cuándo lo es.
Pero, nobleza obliga, Milei comenzó aquel año con una serie de pronósticos económicos que, vistos con el diario del lunes, sorprenden por su precisión. En enero de aquel año hizo un balance de la economía de 2017 y realizó una advertencia de riesgo de crisis económica atada a la posible suba de intereses en el mundo, la restricción al financiamiento externo, la permanencia del déficit fiscal y la desaceleración de la actividad. La embocó en todas. Tan preocupado estaba en aquel entonces que aseguró que estaba “ante un kirchnerismo de buenos modales, como dice el Profe Espert”.
En aquella ocasión fue cuando dijo que Sturzenegger era el Messi del gobierno de Macri. Pocos meses después, cuando Arnold fue reemplazado en el Banco Central por el hasta entonces ministro de Finanzas Luis Caputo, dijo que Toto tenía “más de bestia que de economista”.
Hablando de gente de bien que antes no lo era, después sí, más tarde no y ahora lo es con todo, la que parece no haber fracasado con el fracaso de Macri es la repitente ministra de Seguridad.
Y ahí es donde ya no sé para qué sigo, si ya expliqué que me molesta de sobremanera tener que escribir sobre esto. O sea: ni el propio Mauricio Macri se calienta en rescatar su gobierno. Sí me quedó claro por qué jugó como jugó en 2023, cuando no apoyaba a Rodríguez Larreta y solo salió a bancar fuertemente a Bullrich cuando ya era demasiado obvio que su corazoncito estaba puesto en el ex economista jefe de la Fundación Acordar de la campaña presidencial de Scioli.
Macri, que es Mauricio, tuerce y hace torcer a todo su bloque para que blinden legislativamente los vetos de Milei y, como muestra de agradecimiento, recibe las críticas furibundas desde la Casa Rosada. Y alguna que otra nota que escriben colegas a los que el Presidente actual no debería acostumbrarse. Muchos de ellos fueron parte del serrucho a Macri hasta con editoriales lapidarios al borde de la veda electoral de 2019.
Patricia es otra persona que debe agradecer que Macri es un ser absolutamente rencoroso solo con lo que le importa. Macri no puede olvidar el resto de las cosas porque, básicamente, no las registra. En eso coincide con Milei, que tal como quedó demostrado en la comparativa de sus análisis de 2018 y su actual visión de las cosas, en materia económica es un tecnócrata mesiánico mientras que, en el resto de las cosas que hace al funcionamiento de la vida humana, no tiene demasiada idea porque no le interesa nada que no sean números.
Si Macri hubiera registrado algo por fuera de las relaciones internacionales y la obra pública, quizá nunca habría quitado a Bullrich del lugar de enemiga política y denunciadora serial de todo lo que hiciera el PRO, un puesto que Bullrich ocupó gustosa desde 2003 hasta que se dio cuenta de que el colectivo que llegaba a la Casa Rosada venía pintado de color amarillo. Tardó diez años en avivarse. Aprendió. Ahora se aviva entre una primera vuelta y un ballotage.
Decía que me molesta de sobremanera tener que escribir sobre esto. A mí no me interesa defender la gestión de Macri. Lo único que me pregunto es cuál es la medida del fracaso, si los que dejaron algo no deben ser tenidos en cuenta por fracasados y el 80% de los cargos jerárquicos de la gestión de Violencia Fernández sigue atornillado en el Gobierno. ¿Tanto tienen para aportar? ¿Realmente saben más que los fracasados anteriores? ¿Por qué el presidente muerde la mano del que lo ayuda? Yo le tendría más miedo a todos esos funcionarios heredados que no tuvieron ningún problema en adaptarse a los cambios de viento.
Dejo para lo último la cuestión de la oposición al gobierno, porque es un tema que debería abordarse en una enciclopedia. Pero, a resumidas cuentas, Milei tiene que agradecer que todos repitan el mantra de la minoría parlamentaria cuando cuenta con la oposición más pajera y falta de representatividad que se haya visto. El fracasado de Macri, en tanto, tuvo que lidiar en diputados con Jorge Rossi, Nilda Garré, Axel Kicillof, Mayra Mendoza, Luana Volnovich, Daer, De Mendiguren, Wado, Di Tullio, Heller, Gioja, Granados, Larroque, Kunkel, Raverta, Recalde y siguen las firmas. El Senado iba en saga y empeoraría aún más con el retorno de Ella.
Y Massa. Que un día estaba y al otro te empomaba. Pero escuchar lo que tenga para decir el fracasado de Macri sobre Sergio Tomás podría generar un desgarro en la malla del universo del relato. Y no queremos que eso suceda con el líder mundial, guardián del faro global de las ideas de la libertad. Lo que sea que eso signifique.
Y esto sin olvidar al sindicalismo prácticamente en pleno, al cual de todos modos el fracasado enfrentó judicialmente. Quizá debería haberlo hecho en un escritorio y con alguna que otra concesión. ¿Quién sabe, no? Quizá, si se charla con algún fracasado de aquel gobierno fracasado, se pueda obtener la info de primera mano y así, al menos, aprender de la experiencia, eso que adquieren los ganadores tras aprender de cada uno de sus fracasos. Un par de charlas sin milanesas de por medio, con preguntas en vez de aseveraciones y, tal vez, hasta se descubre cómo es que un presidente que fracasó tanto terminó al borde de la reelección con el Partido Justicialista reunificado en frente.
Por lo pronto, solo queda admirar a los que nunca han fracasado mientras nos preguntamos cuál es la vara que mide el éxito de un país, si la China Comunista se ha convertido en potencia económica global. Eso sí, andá a decir que no estás de acuerdo con algo.
P.D: Los intereses del país en el extranjero no son los del presidente de turno. Mucho menos una «nueva doctrina» nos puede dejar del lado de Rusia e Irán. Eso también pueden consultárselo al fracasado.
Cuanta verdad toda junta, muy buen posteo, gracias
ResponderEliminarMe encanta ver como todos se pelean por politicos que no nos conocen y a los que no les importamos, salvo cuando hay elecciones.
ResponderEliminarUna vez leí una frase que me impactó tanto que no me la olvido: "El que hace se equivoca, el que nada hace, vive equivocado"
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