Alberto Fernández, solo y a la intemperie
Una cuarentena renga: sin consenso con la Ciudad, resistida por mucha gente
y con las provincias por su lado.
Si no fuera cierto, podría ser un chiste de Homero Simpson. ¿A quién se le
ocurre que justo cuando comienza el frío, ómnibus y trenes circulen con las
ventanillas abiertas para combatir los contagios? Se le ocurrió a un ministro
de Alberto Fernández, Mario Meoni, de Transporte. Dijo: “Es enfermedad o frío”.
No explicó qué hará con los muchos colectivos y vagones que tienen ventanas fijas.
Recomendaciones básicas: vacunarse ya contra la gripe, preparar camperas y
sobretodos y cuidar bien los celulares, a tiro de manotazo.
¿Y a quién se le ocurre decidir sobre la Ciudad como si la Ciudad fuera un espacio propio
y cerrar escuelas y shoppings, ordenar que bares y restoranes funcionen sólo
con mesas afuera y disponer que fuerzas
federales hagan cumplir la orden? Se le ocurrió a Alberto
Fernández. Más que a Fernández, a Cristina Kirchner. Asesoramiento:
Kreplak y Gollan, hombres de Kicillof.
Todo tan normal como tomar semejantes medidas sin siquiera avisarle al jefe de la
Ciudad y aceptar después una reunión con Larreta para decirle
que es un mentiroso
y que “fue muy injusto, ingrato y se equivocó”. Claramente exaltado, Fernández también le dijo “exaltado”.
Pese al avance sobre la
autonomía porteña, Larreta buscó refugio en la Corte para
mantener las escuelas abiertas. Es el otro punto bien polémico del decretazo de
Fernández, que ninguneó
sin piedad la opinión de su propio jefe de Gabinete, Cafiero, y
de los ministros de Salud, Vizzotti y de Educación, Trotta. Un rato antes del
anuncio, Trotta había coincidido con los ministros de las provincias en que “las restricciones no deben comenzar
por el cierre de las escuelas”. Y hasta mostró un estudio en
casi 6.000 colegios, donde sólo se contagió el 0,16% de alumnos y el 1,03% de
docentes.
Pero la
imprevisibilidad de Fernández es previsible: un llamado de
Cristina lo llevó de presencialista convencido a cerrar las aulas. No es la
primera vez que el Presidente rebaja a los suyos y después intenta malabares:
argumentó que los chicos
se intercambian barbijos en clase. Comparte con Kicillof, que
inventa que la Ciudad es el epicentro de los contagios, una curiosa cátedra amateur de
virología, basada en datos propios.
Fernández también maltrató al sistema de salud, que “se relajó” atendiendo
otras enfermedades. ¿Pensó realmente en lo que decía? Entidades médicas le
respondieron con diplomacia: estamos como estamos porque el Gobierno se relajó
con la compra de vacunas.
Apenas dos provincias
adhirieron a la nueva cuarentena. Fernández prefirió la intimidación al convencimiento
y más que eso: habló de usar las fuerzas armadas, que avisaron que hace falta que el Congreso
declare el estado de sitio. Harán únicamente tareas sanitarias.
Y las fuerzas federales operarán en
los accesos a la Ciudad. Queda una pregunta que no es una
pregunta cualquiera: ¿Qué pasará con los que resistan? Larreta no dice nada. Y con
ese truco de poner las cosas en los extremos, como cuando dijo “entre la
economía y la vida, yo elijo la vida”, Fernández ahora dice: “A mi rebelión,
no”. ¿A qué rebelión le
teme? (Clarín)
el títere tiene la oportunidad de su vida de cambiar el PERO GOBIERNO DE LA HISTORIA en uno que al menos lo intentó, pero el lastre CRISTINA es para hundirlo.
ResponderEliminarSi bien fue el acuerdo, vos al sillón ella al poder, creyó tal vez ingenuamente que la psiquiátrica se calmaría???
El es iggual a ella, por eso pongo en duda hasta lo que acabo de escribir. lamentablemente no tiene }la más pu*a idea de dónde esta parado.
las lakras de la kampora esparcidas en todos lados , en puntos neurales demostraron, otra vez, que son basura, basura de la peor, ladrones de vacunas, cómo no van a intentar robar una elección, si tantas veces ya lo hciieron...
qué enfermo este tipo, al creer que se la ibamos a dejar pasar a sí, de una.