Se ve que los asientos para el populismo son como trofeos de relevancia, tal vez la justificación de su llegada al poder, o -quién sabe- un mensaje subliminal a su ego: "Me lo rompí tanto para llegar que ahora voy a darme el gusto". Y esta reflexión viene a cuento porque hace unos años el rector de la UDELAR retapizó unas butacas destinadas a los catedráticos o figuras internacionales que la visitaran para ubicarlos en asientos dignos en el Paraninfo. Y de cuero marrón tostado impecable -tenían apenas seis años- las diez butacas pasaron a un bordó sanguinolento que costó como un departamento de dos dormitorios y dependencias de servicio en la Avda. 18 de julio... O el intendente interino de Montevideo Christian DiCandia, a quien no gustaban los bancos que rodeaban la plaza Zabala -de lejos, la más bonita de Montevideo, pequeñita y rodeada de edificios neoclásicos como el Palacio Taranco- porque eran de hierro forjado y listones de madera de curupay, hechos en 1934 estilo 1900, e ideó unos "descansos ciudadanos" con canterito en medio y aspecto de catafalcos que indignaron a los montevideanos, y me figuro que a muchos más de los pensados porque el FA nunca opinó a favor, que costaron la suma de cuatrocientos ochenta y cinco mil dólares americanos. Lo peor, viene después: ante las críticas de prensa, legisladores y población, fueron retirados de la plaza, vueltos a sustituir por los antiguos que, después de todo, seguían el estilo paisajístico del lugar, y escondidos en un parque-reserva en las afueras de la ciudad que limita con el Departamento de San José de Mayo. Obviamente, la mano de obra para todo el carnaval nunca trabajó gratis, y sus buenas mordiditas al sandwich electoral le costaron a DiCandia un lugar anodino en la administración municipal de la actual Intendente Carolina Cosse (alias "mirreina") de laque seguramente conocerás su existencia y hambre de protagonismo.
Se ve que los asientos para el populismo son como trofeos de relevancia, tal vez la justificación de su llegada al poder, o -quién sabe- un mensaje subliminal a su ego: "Me lo rompí tanto para llegar que ahora voy a darme el gusto".
ResponderEliminarY esta reflexión viene a cuento porque hace unos años el rector de la UDELAR retapizó unas butacas destinadas a los catedráticos o figuras internacionales que la visitaran para ubicarlos en asientos dignos en el Paraninfo. Y de cuero marrón tostado impecable -tenían apenas seis años- las diez butacas pasaron a un bordó sanguinolento que costó como un departamento de dos dormitorios y dependencias de servicio en la Avda. 18 de julio...
O el intendente interino de Montevideo Christian DiCandia, a quien no gustaban los bancos que rodeaban la plaza Zabala -de lejos, la más bonita de Montevideo, pequeñita y rodeada de edificios neoclásicos como el Palacio Taranco- porque eran de hierro forjado y listones de madera de curupay, hechos en 1934 estilo 1900, e ideó unos "descansos ciudadanos" con canterito en medio y aspecto de catafalcos que indignaron a los montevideanos, y me figuro que a muchos más de los pensados porque el FA nunca opinó a favor, que costaron la suma de cuatrocientos ochenta y cinco mil dólares americanos.
Lo peor, viene después: ante las críticas de prensa, legisladores y población, fueron retirados de la plaza, vueltos a sustituir por los antiguos que, después de todo, seguían el estilo paisajístico del lugar, y escondidos en un parque-reserva en las afueras de la ciudad que limita con el Departamento de San José de Mayo.
Obviamente, la mano de obra para todo el carnaval nunca trabajó gratis, y sus buenas mordiditas al sandwich electoral le costaron a DiCandia un lugar anodino en la administración municipal de la actual Intendente Carolina Cosse (alias "mirreina") de laque seguramente conocerás su existencia y hambre de protagonismo.