domingo, 17 de enero de 2021

BRILLANTES AMBOS: El filósofo Santiago Kovadloff y la investigadora Sandra Pitta en PALABRA DE LEUCO. VIDEO (12/1/21)

 

2 comentarios:

  1. Genial Kovadloff. Con Sebreli y unos pocos es de los pocos que no se vendió ante la chequera K porque tiene principios y piensa. No me entra en la cabeza que tipos que se jactan de tener tantos estudios apoyen a estos cosos. Para mi el nivel de esta gente está muy sobrevalorado y son unos burros con un par de lecturas y se destacan solo por el grado de incultura e ignorancias que hace décadas asola estas tierras. Hay una decadencia cultural vinculada a la corrupción.

    Desde La República de Platón en adelante, los filósofos se han ocupado siempre de qué cosa hacen o deben hacer los filósofos -es decir, ellos mismos- en la sociedad. Un intelectual no puede ser un siervo del poder que no cuestiona nada o critica algo y no es que alguien diga que todos los intelectuales se han convertido en siervos del poder no es una impresión, lo vemos a diario observando las condiciones de sus colegas en esta sociedad derrotada, y no porque uno desea expresar la irrefrenable necesidad de hablar mal de esta categoría pensadores para proponer el ideal del intelectual libre, rebelde, creativo por encima del discurso oficial.

    Como señaló una vez Michel Foucault, los intelectuales se dieron cuenta que las masas no tienen necesidad de ellos para saber; saben claramente, perfectamente, mucho mejor que ellos; y lo afirman extremadamente bien. Estos tipos son necesarios para hacernos pensar a nosotros e interpelar al poder.

    No importa que muchos sean unos vendidos. Te puede gustar Gramsci que escribía sus notas de la cárcel y no atarte a nadie por ideología para ver en todo el debate que siguió sobre los intelectuales como clase dependiente o independiente; debate que está muy lejos de haberse agotado.

    Cuando Sorel los definía como un grupo parasitario de la sociedad burguesa en los mismos años Lenin, sobre las huellas de Kautsky, proponía la tesis de que los intelectuales eran necesarios para la formación del partido. Esa idea fue adoptada por el kirchnerismo que sumó a su espacio a muchos resentidos setentistas, muertos de hambre, conversos, sin talento u olvidados o que nadie junaba, dándoles voz y un espacio o cuotita de poder, como comisarios políticos, haciendo creer que estos fanáticos de la secta eran imprescindibles, y la sociedad compró el relato, empezaron a dar su batalla cultural, llenándolos de guita, y al toque estos ladrones advirtieron que la izquierda y los DDHH dan inmunidad para hacer y decir cualquier cosa. Es el relativismo moral que se vive cuando reescriben la historia y reina la mentira y la impunidad.

    Un intelectual se distingue de las otras críticas en cuando se erige contra el poder político y cultural manifiesto, hegemónico, el que reina, que tanto puede ser de derecha como de izquierda, oficialista u opositor, según las circunstancias. Se trata de una contra alocución que apunta contra un dominio en el campo discursivo, simbólico, en el universo de las representaciones. Pero todas esas divagaciones o pruritos intelectuales solo tienen sentido en un país normal con ciudadanos bien alimentados y al menos con el secundario completo.

    Cuando el intelectual se incorpora al Estado su visión crítica se debilita o desaparece, corriendo también el peligro de convertirse en un ideólogo del gobierno. Son los cancerberos de Cristina. Salen a atacar en manada a los que no comulgan con su nueva religión. Aunque lo peor acá es que directamente son cómplices de un latrocinio, censores de los críticos y defensores de un régimen político inmoral y está claro que esta degradación indescriptible no se hubiese llevado a cabo sin su activa participación de los mercenarios al servicio de los K.

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  2. El supuesto “progresismo” argentino es una maquina inagotable de estúpidos que instalan una bajada de línea que viene del poder más corrupto y que para colmo se acopla perfectamente gracias a su bajo nivel intelectual con la cloaca de la política que fomenta la degradación moral de la sociedad gracias a esta secta de impresentables que nos gobierna. El pobrísimo nivel intelectual y la falta de conocimiento de la historia por parte de muchos de nuestros intelectuales que apoyan a la runfla es alarmante mientras los tipos siguen instalando mentiras y se niegan a debatir ideas o ver la realidad que los rodea.

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