Respuesta a Cristina
La jefa de Estado reapareció y cuestionó informaciones dadas desde aquí respecto a su operación de tiroides. Una réplica detallada.
Enero de 2012 bien podría ser recordado como el mes de la
tiroides en la historia de la política argentina. Y, para seguir en ese
tren, el recuerdo deberá incluir un final feliz: la Presidenta
afortunadamente no tiene un cáncer y, como hemos repetido desde esta
columna, esa es una buena noticia para ella, para su familia y para el
país.
Se esperaba que la reaparición pública de Cristina Fernández de Kirchner fuera triunfal y fiel a su estilo, es decir con sus mismas críticas y sus mismas obsesiones de siempre. Y, la verdad sea dicha, no defraudó. Vaya como ejemplo la decisión de mostrar la cicatriz para evitar que Clarín dijese: “Esta no se operó”. A esta altura Clarín, La Nación y PERFIL, y los periodistas que en ellos trabajan, constituyen para el Gobierno algo así como una verdadera necesidad. Si no existiesen, tendrían que ser inventados, a los únicos fines de que el Gobierno tuviera alguien a quien adjudicarle todos los males que azotan al país ya que, como es sabido, por si alguien aún no se percató, todas las cosas buenas que pasan en la Argentina son obra y gracia del kirchnerismo. Por eso, como dijo el vicepresidente Amado Boudou en la reunión del jueves en Mar del Plata, “hablar de poskirchnerismo es traición a la patria (sic)”.
Se esperaba que la reaparición pública de Cristina Fernández de Kirchner fuera triunfal y fiel a su estilo, es decir con sus mismas críticas y sus mismas obsesiones de siempre. Y, la verdad sea dicha, no defraudó. Vaya como ejemplo la decisión de mostrar la cicatriz para evitar que Clarín dijese: “Esta no se operó”. A esta altura Clarín, La Nación y PERFIL, y los periodistas que en ellos trabajan, constituyen para el Gobierno algo así como una verdadera necesidad. Si no existiesen, tendrían que ser inventados, a los únicos fines de que el Gobierno tuviera alguien a quien adjudicarle todos los males que azotan al país ya que, como es sabido, por si alguien aún no se percató, todas las cosas buenas que pasan en la Argentina son obra y gracia del kirchnerismo. Por eso, como dijo el vicepresidente Amado Boudou en la reunión del jueves en Mar del Plata, “hablar de poskirchnerismo es traición a la patria (sic)”.
Respecto de la cicatriz en su cuello, no sé si la Presidenta lo sabía o no, pero su decisión de exhibirla en toda su extensión me hizo acordar a una actitud similar que adoptó el presidente de los EE.UU. Lyndon B. Johnson, quien, a fines de octubre de 1965, había sido sometido a una operación de vesícula sobre la que algunos dudaban, por lo que, durante una conferencia de prensa televisada, realizada el 2 de enero de 1966 en la Casa Blanca, decidió subirse la camisa y mostrarle a toda la nación la cicatriz de su herida quirúrgica.
Entre otras cosas, se aguardaba, pues, que en su reaparición la Presidenta se refiriera a su operación. Y allí tampoco decepcionó. Habló entonces de las mentiras que se dijeron en la prensa y, en un párrafo claramente dedicado a mi persona, dijo: “La verdad que estaban todos asombrados, desde la última enfermera hasta el primer residente, por todas las cosas que se decían. Me contaban que otros colegas de otras instituciones estaban todos asombrados, sobre todo por lo que decía un colega al que siempre le creían a pie juntillas todo lo que decía”. Una observación: llama la atención este detalle: “desde la última enfermera hasta el primer residente”, porque mis comentarios –mejor dicho, la información dada por mí que perturbó al equipo médico tratante y a varios otros colegas– fueron realizados después de que Fernández de Kirchner fuera dada de alta del Hospital Austral. ¿Se refirió entonces la Presidenta tal vez a una posible guardia de residente y enfermera que se hubiera montado en la quinta de Olivos?
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