Cuando nos duele la realidad

Este fin de semana, se armó en La ventana un debate de impresionante nivel sobre el contenido de una carta que publicara hace unos meses atrás una madre del dolor, cuyo texto reproduje. Leerla aquí.

Los comentarios recibidos al respecto, dejaron al descubierto situaciones impensadas por las que muchos ciudadanos de este bendito país han tenido que sufrir y transcurrir.

Una lectora amiga del blog me envió un mail porque consideró que tenía mucho más que aportar a todo lo que ya había expuesto en el correspondiente post, pero lo hacía de una manera personal, sin intenciones de que trascendiera. Me pareció tan enriquecedor todo lo que en él expresaba y además desde su conocimiento real de tales situaciones, que le pedí autorización para publicarlo y así compartirlo con todos ustedes.

Por suerte aceptó...

MM nos dice:

Lo de TESSA y Nikky, me dejó dada vuelta y la verdad es que me quedé pensando en su coraje para exponer algo así en un medio donde se escribe desde el anonimato.
Me conmovió mucho y como conozco un poco de esto, tuve ganas de decirte algo que me preocupa, porque no debemos caer en esta división sangrienta de argentinos que se está gestando.

Siento que en la generalización está la trampa.

Frente a un hecho de violencia, hay UN culpable, o un grupo de ellos, que merecen que les caiga todo el peso de la justicia. Repito: Un culpable o una banda de culpables. Todo el rigor para ellos.

Pero un rigor legal, pensado por legisladores coherentes, no demagogos que están pensando en los votos que tendrán si contienen esta locura de miedo y violencia que ellos mismos generaron.

¿Dónde estaban estos políticos, cuando esta barbarie se estaba gestando? ¡Cuando se veía venir!

¿Qué cargos ocupaban?

¿En qué utilizaron su poder y sus conocimientos?.. Cualquier persona con dos dedos de frente pudo haber previsto que si la política favorecía salvajemente a los que tenían capital, sin generar trabajo genuino para los otros, se iban a multiplicar los marginales.

Fueron emparchando con diferentes y variados planes y con esto, destruyendo la cultura del trabajo y creando indignidad para el que conservó su orgullo, que sólo desearía un buen trabajo para alimentar por sí mismo a sus hijos, pero picardía y comodidad para el vago de alma.

Un hecho de violencia, genera dolor.

Dolor y MIEDO.

Nos fijamos cómo son los delincuentes en los videos de la tele (si no hemos tenido la desgracia de conocerlos en vivo), gorrita, capucha, corte de pelo particular, ropa deportiva, buenas zapatillas.

Tenemos el perfil.

El miedo y el perfil identificado ¿Cómo no caer en la trampa de la discriminación?

¿Cómo se hace para no caer en esto y hacerle más daño aún a esta sociedad?

Es difícil, verdaderamente difícil.

Conté por ahí, que trabajé con poblaciones marginales gran parte de mi vida y puedo asegurarte que ahí se aprende. Podría contarte anécdotas que no te dejarían dormir (Alguna ya te la conté).

Pero no son todos iguales. No lo son.

Están los indigentes de verdad, esos cuyos padres lavan el guardapolvo de los chicos a mano con jabón blanco y le ponen los botones que encuentran, que aceptan con vergüenza lo que se les puede dar, humildes, agradecidos por cualquier ayuda que reciban.

Esos que mandan a sus hijos a distintos turnos para que puedan pasarse las zapatillas de un hermano a otro y no tener que faltar.

Esos que se entregan frente a cualquier gesto de cariño que pase por encima el color de su piel y su aspecto.

Esos que respetan y cuidan a quien no los discrimina y pueda ir directo a sus almas.

Y están los otros, los que “trabajan de pobres”. No porque no lo sean, sino porque lo ejercen profesionalmente.

Atentos a todo lo que venga. Exigiendo sus derechos, haciendo cola en las escuelas para recibir zapatillas ANTES de que lleguen porque el puntero político les anticipó que vendrían.

Esos que tiran las anteriores aunque estén buenas, porque saben que vienen nuevas.

Esos que sólo les interesa el provecho que puedan sacar del gobierno, se ríen de todo y no respetan a nadie.

Son los que aprenden que la cosa debe ser fácil y no hay nada que agradecer. Es más, están convencidos de que debemos estar a su servicio. Son maestros en la cultura del juicio.

Puedo estar equivocada, pero creo que ahí, es donde está la célula MADRE de la delincuencia.

La trampa está en que unos y otros, tienen el mismo aspecto.

Cuando nos cuidamos de estos últimos, se nos ríen en la cara, amparándose por las leyes que conocen muy bien, pero cuando erramos y aplicamos nuestro miedo a los primeros, sólo los aislamos más aún. Y eso duele. Crea resentimiento. Alguien que pudo ser salvado y que hasta ahí sufría en silencio, empieza a odiar.

Nosotros, que comemos todos los días, mal o bien, pero comemos, tenemos una responsabilidad en este punto.

Un país donde la corrupción está instalada, donde el discurso social es puro verso, donde no hay proyectos a largo plazo, donde se dejó crecer el paco impunemente, destruyendo cabezas que tal vez ya no puedan ser salvadas, no tenía otra opción que estar viviendo hoy, esta locura de agresión y miedo.

No tengo idea de cuál es la solución habiendo llegado a esta instancia, pero que duele, DUELE.

No caigamos en la trampa, no son todos iguales. Que la justicia se saque de una vez la venda y MIRE BIEN A QUIEN JUZGA, que le caiga con todo el peso a los delincuentes, pero que también mire a los gobernantes, jueces o ciudadanos que hacen un guiño a los hechos que PRECEDEN a la delincuencia. Si no, esto no termina nunca y crecerá en progresión geométrica.

Ay ay ayyyyyyyy!

Abrazo!

¿Qué más se puede agregar?