Victoria Vanucci: entre la simulación y la realidad de la violencia de género.
A partir de un contexto privado que se hace público por una afanosa necesidad de estar en los medios, aunque con un discurso contrario a los hechos, se banalizan temas graves y sensibles que afectan a miles de personas en el mundo.
Así es como el caso de Victoria Vanucci resuena desde hace tiempo y pone en la mesa de debate una situación compleja y grave que es la de la mujer golpeada por su pareja. En este caso, supuestamente golpeada por quien es su marido, el futbolista Cristian “Ogro” Fabbiani. Un violento aparentemente de carrera conforme a lo que los tapes muestran en sus agresiones verbales hacia los periodistas y a las declaraciones realizadas por su actual (Vanucci) y ex, Amalia Granata.
Hechos que movilizan colectiva e individualmente en un mundo que ya de por sí está atravesado por la tragedia. Por la violencia que impera en las diferentes esferas de la vida y que estalla en el momento menos pensado y tiene, por lo general, el desencadenante más insospechado, ya que cualquier cosa mínima, en la mente del golpeador, es funcional para ejercer violencia sobre la persona. En este caso, sobre la mujer.
Sucede que Vanuccis hay muchas y la reproducción de las realidades se multiplica masivamente. Por lo cual, mostrar en los medios de comunicación aquello que ocurre en lo privado invita, inexorablemente, a la opinión pública. A la solidaridad de género y también a la de aquellos hombres que son verdaderamente hombres.
Pero existe una línea muy delgada entre la solidaridad y el rechazo por la persona golpeada. Y tiene que ver con jugar con la violencia de la que se es víctima. Exhibirla de manera jactanciosa como si fuese una situación a la que se le puede pasar por encima sin salir, fatalmente dañada.
Valerse de la pelea y el golpe para luego experimentar una fogosa reconciliación horizontal que por más de que se niegue, también tiene una intensa carga violenta como consecuencia de los hechos pasados que son mediatos. Para luego intervenir, con que se trata de una relación especial como si la misma fuese sofisticada.
Un entrecruzamiento de sentimientos en la mujer víctima que estadísticamente tiene la tendencia a justificar al victimario. Anteponerse ella como la causal de una irritación que es congénita. Patológica. De ahí que después de una golpiza vengan los supuestos arrepentimientos, las promesas del nunca más y la necesidad de poseer a la mujer como objeto de penetración. Tratarla, patéticamente, como un depósito de lívido insana. Descarnada.
Son muchas y crueles las razones por las cuales la violencia de género se torna un tema cargado de emociones. Las cuales se exacerban y llevan a la indignación cuando una mujer denuncia a su cónyuge por agresiones, la información se filtra a los medios y de eso se hace un circo mediático del cual se usufructúa al bombearlo con la dualidad y la intriga.
Un malabar, el de la modelo conductora, que termina en una revista (CARAS) con una producción fotográfica en la que se la puede ver entre el amor y el dolor. Con efectos de sangre sobre una camiseta rota, tomando algunas cuestiones del cristianismo como el hecho de estar crucificada.
Una forma tal vez no convencional de hacer catarsis o terapia. Sobre todo, cuando hace una semana atrás pedía en el programa de Jorge Rial, “Intrusos”, que no se hablara más de ella y de su vida privada. Que los periodistas, la cortaran.
Cuando a gritos le pedía, a Marcela Tauro, que no la juzgara por haber contado hace un par de años atrás que al actor Pablo Rago le gustaba, según ella, y en la intimidad de la alcoba y los juegos sexuales, que le pongan una zanahoria en el trasero.
Claro está, que ante un mismo hecho no todos reaccionan de la misma manera. Lo que sí es cierto, es que una mujer golpeada de lo que menos tiene ganas es de recrear una situación límite desde cualquier ángulo o arte en la que se la quiera encuadrar.
Es por eso que hoy Victoria Vanucci se encuentra entre la simulación y la realidad, transmitiendo un mensaje decadente y bochornoso. Sobre lo que dijo años atrás, hace un rato y lo que dirá mañana. Una credibilidad en jaque.
Una afrenta, por un lado, al padecimiento de mujeres que sufren de maltrato sin tener, a veces, los medios para salir de la locura, ni la preparación para enfrentarla, y por otro lado, hacia todas las mujeres que reivindicamos nuestra condición, sin caer en el cliché del feminismo.
Fuente: Laura Etcharren
TE FELICITO MUY CLARO TODO LO QUE ESCRIBIS. EN CUANTO A MI OPINION, NO SE QUE PENSAR... DE SER MENTIRA, EL OGRO NO LE PERMITIRIA, QUE LO HAGA QUEDAR COMO UN HDP, GOLPEADOR, Y SI ES CIERTO (COSA QUE ANTICIPO GRANATA), ESTA MUY ENFERMA...
ResponderEliminarComo siempre excelente nota de L.E.
ResponderEliminarexcelente editorial.
ResponderEliminareste tema me da nauseas, realmente, burlarse y tomarse en broma un asunto tan serio como la violencia del genero es de una bajeza increible, tanto de parte de ella como de la revista.
YO DIGO QUE TODO ES UN "GOlPE" DE PROMOCION...THAT´S ALL.
ResponderEliminarVanucci consiguió lo que quería, el golpe de efecto, que TODOS los medios estén hablando de ella, hasta en Telenoche (si Telenoche) hicieron un informe al respecto, pero una carrera se sostiene con algo mas que mentiras y golpes de efecto, (se acuerdan de Nazarena Velez?), no la veo como una víctima, si como una mina calculadora y desesperada por tener prensa a cualquier costo, de talento ni hablar, a esta altura y con Fort y Vanucci instalados en los medios, alguien sabe que es tener talento????
ResponderEliminarEXCELENTE LAURA !!!
ResponderEliminarNI UNA PALABRA MAS !!!
Todo preparado para vender mas ejemplares.
ResponderEliminarLa nota de Echarren me merece mucho respeto, pero en mi opinión Vanucci y Fabbiani hacen un juego mediático para lograr que de ellos se hable aunque sea mal. Lástima que utilicen un argumento como éste, la violencia contra la mujer, delito que no es menor ni aislado en todas partes del mundo. Me solidarizo con todas aquellas mujeres que han pasado por esta terrible experiencia y se ven manipuladas por esta inclasificable pareja de viciosos mediáticos.
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