
Cristina, Viviana Canosa, el compromiso social y la frustración del divismo.
“El Reloj”
A partir de la necesidad por diferenciarse del otro, Viviana Canosa, jugó al brutal simulacro de querer cambiar la esencia chimentera de su programa, tal como lo tratamos en una nota pasada.
Intentó, sin éxito, girar simbólicamente las agujas del reloj para hacer, a las cinco de la tarde, hora del té inglés y de las picarescas, un programa con contenidos sociales protagonizado por los más necesitados.
Combinar lo bizarro del mundo del espectáculo que derrapa con la descomposición social por la que atravesamos colectivamente era un desafío. Incluso, mantener el “fracaso”, también es un desafío. Una vocación que ella, con estoicismo y sonrisa, lleva adelante.
La ex colorada quisiera, por estos días -parafraseando la letra del bolero “El Reloj”- que el reloj no marque las horas porque va a enloquecer. A cada minuto, el intruso, le pasa el trapo.
Lo social VS. Lo Coqueto
A pesar de apelar a la emotividad, a la conciencia social y a la sensibilidad, el resultado no fue el esperado. Sucede que la sociedad no contempla la coquetería con el compromiso social.
Existen prejuicios y clichés al respecto.
Ser coqueta y llevar adelante un trabajo social es, en Argentina, otro desafío. Un desafío cultural ante el descreimiento y el ojo crítico del televidente que como dicen en el barrio “no se come cualquiera.”
Muchas quisieron, quieren y querrán ser como Evita. Desde el campo de la política hasta el mundo del espectáculo, el sueño de Eva las desvela. Como si fuese un espectro que las sobrevuela para alcanzar la deseada legitimidad del pueblo.
El tema se funda en el mito de Narciso. Es que el narcisismo las supera. Las puede. Están más preocupadas porque el rímel no se les corra de esos ojos tapados de revoque, que por el hambre de los niños, la pobreza, la inseguridad y demás temas.
Algunas mujeres se conectan con esa característica, otras la diluyen o rechazan o bien, se admiran desde la natural y sana distancia.
Cristina y Viviana Canosa
Canosa confesó estar fascinada con Fernández que es Cristina. La Presidente. Quien goza de la simpatía de Canosa porque no la tiene cerca. “Dos potenciales divas juntas es un atropello a la psiquis de cada una de ellas.” Más cuando Cristina ya es Cristina. Y Viviana, aún, debe ser Canosa por la cuestión de que si no, "no te registro."
Comparten la lícita y divina pasión por la moda y encuentran, en la marginalidad y la desgracia, las vías de llegada en dos ámbitos de referencia distintos.
Son cuestionadas y criticadas. Queridas y odiadas.
Producen, en ciertos espectadores, profundo rechazo. El término medio o la neutralidad, parecen no existir al momento de definirlas. Ambas están envueltas en la parcialidad de la credibilidad porque el exceso de coquetería y estética para el tratamiento de los hechos sociales que nos vulneran, así como para la conducción de un país, no son aceptados. Son mal vistos.
Socialmente, dicho enfoque, es una contradicción a superar.
Es decir, el problema no es la elegancia sino la ostentación que recrea la atmósfera de la duda.
“La cuarta diva”
Auto referencialidad; llorar sin lágrimas; posturas físicas de espanto y dolor; y abundancia de explicaciones sobre los cambios internos que experimentó tras su viaje a Haití, son algunas de las características que de Lunes a Viernes en su programa, Viviana, que a su pesar es Canosa porque aún no se la puede conocer como a Mirtha, Susana o Moria, transmite. Lo mismo hace en todos los medios que la entrevistan.
Compulsivas reiteraciones de la “Coco Chanel” del subdesarrollo. A quien imitada más por la silueta y por la publicidad que le hace en los inmensos brazaletes que lleva en una de sus muñecas con el logo CC, que por el look chic.
Ella evidencia alevosa irritabilidad frente a la presencia de bellas mujeres. Por aquellas que no forman parte del nido de caranchos que desborda por las pasarelas de boliches o simulacros de vedettes desplumadas que agobian por ser tan animales al momento de hilar una oración con sujeto y predicado.
Por eso se rodea de hombres en su trabajo, ya que las mujeres representan, en su universo de alter ego, una amenaza. Un tormento que la atraviesa.
Exceso de accesorios y maquillaje para tapar evidentes inseguridades.
Con todo eso, Viviana Canosa forma parte del círculo de mujeres que se jacta de no saber cocinar o limpiar. Lo comunica como si fuese un mérito. Un atributo de la naturaleza que la convierte, aunque no lo sea, en una intelectual.
Porque existe una ficticia sofisticación para separarse de las tareas domésticas de la cotidianeidad. No por falta de tiempo sino por inutilidad. Creaciones internas que busca exteriorizar para ser la cuarta diva de la Argentina que se incendia, cada vez que quiere ser la única protagonista de sus programas enmascarados de humanidad.
Frustraciones que la alejan, todavía más, de las mieles del divismo.
Fuente: Laura Etcharren/Informes de Medios
Fuente: Laura Etcharren/Informes de Medios