Y la abuela sigue barriendo la basura debajo de la alfombra...

Esto pasaba en diciembre del 2005

"No, la verdad que no me jodió ver a Juanita haciendo escenas fuertes por televisión. Hay que sacarle el estigma de que es la nieta de Mirtha, porque miles de actrices hacen eso”, opinó Marcela sobre la Doble Vida de su hija: el destape sexy y el rol de madre. Aunque siguió y tiró la primicia: “La primera filmación que vi de mi madre era de una patota que la violaba y la tiraba de un terraplén”. En la charla intimista con Gerardo Rozín, Marcela no se dejó tentar por las bebidas espirituosas -el conductor tomó champagne-, pero así y todo, con su vaso de agua en mano, dio rienda suelta a pasajes de su vida, de su relación con su madre y sus hijos.

Si bien Marcela siempre mostró un cóctel de personalidad más rebelde y menos conservador que el de Mirtha, no dejó de sorprender los conocimientos de El pequeño cachondo ilustrado: “A los 20 ó 25 empezás un cachondeo más tímido. Entre los 30 y 40 ya estás más afianzada, y a los 50 ya te sabés todo o creés que lo sabés. Tenés menos inhibición para cumplir tus fantasías”, describió con conocimiento de causa. “Yo siempre estoy cachonda. El sexo cada vez me gusta más”, cerró por si quedaba alguna duda.

De su mamá -¡sí, es Mirtha!- reconoció que le gusta la disciplina y el profesionalismo, pero detesta la “insoportable impaciencia que tiene.” También recordó cómo se llevaban durante la adolescencia, una época en la que “de cada diez novios, ella se enteraba de cinco”, porque no tenían una relación muy estrecha. “No era amiga de mi madre”, dijo. Ahí, Marcela aprovechó y habló de cuando Juanita le contó a su abuela que iba a ser mamá. “Abu te traigo una sorpresa -como quien cae con un chocolate-. Voy a tener un bebé”, anticipó la nieta. “Te felicito, pero más me sorprende que mi hija vaya a ser abuela”, devolvió punzante Mirtha.

Para el final, el que se puso cachondo fue Rozín. Apoyó la copa en la pequeña mesa que acompaña el decorado -un signo de pregunta grande en el piso-, dejó fluir el mismo gesto galante de cuando supo ser un joven lindo y la invitó a bailar un lento. El champagne ya había hecho efecto.

Fuente: Clarín.com