Totalmente de acuerdo

Divas chimenteras

No les gusta ver sus nombres encabezando los titulares chimenteros. Disfrutan ver y conocer las intimidades de los otros. Si son colegas, mejor. No estoy describiendo ninguna patología esquizofrénica. Estoy hablando directamente de dos de nuestras divas que en los últimos días cumplieron la función de los que la inteligencia nacional llama, sin demasiada originalidad, periodismo amarillo.

jorgerial@primiciasya.com

Primero fue Mirtha, legendaria en el arte de incomodar a sus invitados al punto de humillar públicamente a la ex de Julio Ramos obligándola a abandonar su mesa. Y desde allí un derrotero de hechos más cercanos a Intrusos que a la amabilidad que siempre encaró la señora a la hora de invitar a sus comensales. El último martes dio una señal clara cuando remarcó y machacó sobre un viejo y olvidado incidente de Nazarena Vélez, incluso archivado en la memoria de los programas de la tarde.

Pero no fue la casualidad la que determinó el escándalo en su mesa entre Luis Ventura y Gerardo Sofovich. Fue con premeditación y alevosía, señor Juez. Primero reviviendo desde las imágenes aquella famosa amenaza de bomba periodística de la Vélez que nunca estalló por presiones de su ex jefe. Si eso no es buscar el escándalo que me expliquen de qué se trata. Después la llamada al productor para que saliera al aire con la intención de cruzar a Nazarena y, de rezar para que de chanfle tocara al periodista. Otra vez, señor Juez mediático, premeditación y alevosía. Y no está mal. Es televisión, estúpido. Es la búsqueda del rating desde el show, el cruce y el grito.

Pero que empiecen a asumir que eso es lo que buscan. Que no se pongan en la posición de sorprendida o descolgada de lo que pasa a su alrededor. Se buscó el confrontamiento. Queda claro. Pero molesta que no sólo permiten ningunear a su invitado sino que luego intenten dar una lección de ética a Ventura diciéndole “Vaya a hacer esto con Rial, no en mi programa”, como si la ropa sucia sólo se lavara en Intrusos y nunca en los almuerzos, últimamente una usina de más de un escandalete farandulero.

A Mirtha le gusta el escándalo. Los disfruta. Sus mesas más rendidoras son las de los chimenteros, donde se la ve en su salsa. A esta altura de su vida y su profesión no le hace falta colocar sus culpas en los demás. Mirtha esta más allá de todo. Puede hacer lo que quiere. Apurar a un presidente, incomodar a un político y hasta hacer pelear a Sofovich con Ventura. Pero lo que no puede hacer es mirar para otro lado, pensar que la basura pasa por otro lado. Es demasiado inteligente como para que la sorprendan con una llamada. Estaba todo preparado, como corresponde a una producción aceitada y lista para buscar el rating a cualquier precio.

Sólo pido un acto de sinceridad. Como lo tuvo Luis Ventura para bancarse con altura los embates del productor y el posterior reto de Mirtha. Los chimenteros vivimos de eso. Pero los demás también con un barniz de “no es lo que me gusta”. Hipocresía pura.

Lo mismo sucede con Susana, una de las principales víctimas de las persecuciones periodísticas y una de las presas más codiciadas. Pero de víctima pasó rápidamente a victimaria con Carlín Calvo. Le hizo la pregunta justa sobre su separación. Insistió con la constancia que a ella le molesta a la hora de interrogarla. Desde su supuesta ingenuidad pregunta lo que ella quiere saber que no es, ni más ni menos, lo que la gente común quiere conocer.

También Susana se escuda en “viste lo que dijeron”, “igual no hay que creer en los medios”, pero sigue preguntando como el mejor cronista de Intrusos. Es hora que blanqueemos la situación: el chimento rinde, da rating y repercusión en otros programas. Y el minuto a minuto es el tubo de oxígeno de los que hacemos este trabajo.

Pero, por favor, no pontifiquen, no nos den consejos, no nos traten de estúpidos ni se pongan ustedes en esa posición de ingenuidad poco creíble. Nada de lo que sucede en la pantalla chica es inocente. La diferencia es quién acepta las reglas de juego y quiénes lo hacen desde la vergüenza. Nosotros somos chimenteros. ¿Y por casa como andamos, señoras?

Eso es lo que me molesta de la Señora (¿Señora?). En su propia casa y en su familia tiene conventillo propio, pero se horroriza de los demás. ¡Hipócrita!!

A veces tengo dudas si por ahí no se tomó una copita de más...