Un antropólogo en la tribu de zulúes
Escribo estas líneas a las 4.27 de la madrugada. Hace minutos Cobos dijo que no. Dijo lo lógico, lo que cualquiera hubiera dicho. Jorge Lanata.
12:17 |
Jorge Lanata
17.07.2008
Escribo estas líneas a las 4.27 de la madrugada. Hace minutos Cobos dijo que no. Dijo lo lógico, lo que cualquiera hubiera dicho. Jorge Lanata.
12:17 |
Jorge Lanata
17.07.2008
El rostro desencajado, las contorsiones en el sillón y el nudo en el que se transformó el jefe del bloque oficialista Miguel Pichetto también quedará en la antología del Senado: sufría como en una final del mundo por penales, se frotaba las manos, buscaba algo en su bolsillo una y otra vez y pensaba –seguramente– en los insultos que acababa de escuchar del presidente Kirchner por teléfono, mientras lo hacía único culpable de todo.
A las cuatro y diez Cobos pidió, antes de que se ratificara la votación y se viera compelido a desempatar, el uso de la palabra. Desde pasada la medianoche circulaba un rumor que, en ese momento, comenzó a sonar verosímil: Cobos vota que no y renuncia –me dijeron dos fuentes distintas hablando desde dentro del recinto–. Cobos comenzó a hablar pausado y refirió a un viejo incidente durante su colimba en el Sur, en años del conflicto por el canal de Beagle.
Hablaba lento, y desde el corazón. Estaba nervioso, pero no hacía mucho por ocultarlo. Todo el recinto del Senado lo escuchaba en un silencio religioso. Verlo fue conmovedor: había ahí una persona; entre tanto animal político, negociador de raza, vendedor profesional de ilusiones, había aparecido una persona que podía decir con pudor que tenía miedo, que vivía contradicciones.
Un antropólogo hablando en medio de la tribu de zulúes que estaba a punto de meterlo en la olla hirviente. Dijo lo lógico, lo que cualquiera de los cientos de miles que miraban por la televisión hubiera dicho: el país está partido, una ley así no vale la pena, hay que consensuar, no se muere nadie, etc., etc. Pichetto se retorcía como un cascabel con dolor de estómago. Pidió un receso. Un cuarto intermedio para encontrar una solución.
El delegado de K citó la Biblia: –Hagamos lo que haya que hacer, y que sea rápido.
María Eugenia Estensoro agradeció la sinceridad de Cobos y le dijo que le hubiera gustado acompañarlo en el receso. El resto quería sangre.
Cobos volvió a hablar. Más lento aún. Dijo que no era un traidor. Dijo que creía que Cristina iba a entenderlo. Quise adivinar a Cristina, en ese momento, en Olivos, pero mi imaginación fracasó. Después dijo que No. Una persona les dijo que No. Fue increíble.
Fuente: Crítica Digital
Excelente la nota!
ResponderEliminarLastima que no alla mas periodistas como el.
Es el Lanata que extraño
ResponderEliminarmomento sublime.
ResponderEliminarSi!!
ResponderEliminarIgual Lanata dejó de ser uno de mis referentes a medida que su egolatría crecía.
Pero reconozco que son pocos los que se animan a decir las cosas que el dice...
como te quiero lanata, como te extraño, gracias a vos aprendi un poco de politica y comulgue con muchas de tus ideas.
ResponderEliminarconmovedor este relato. digno de alguien digno, alguien como
JORGE LANATTA.
Sublime fue ver ese momento en directo y tuve la oportunidad de hacerlo. Fue maravilloso ver lo que hacía Cobos, intentó nuevamente que la decisión fuera por consenso y no lo consiguió, fue entonces cuando dijo NO, un no que no traiciona a nadie, fue simplemente un no al capricho e invitó a la presidenta a enviar un nuevo proyecto. Un ejemplo de dignidad democrática!!
ResponderEliminarMaitza, no pude verlo pero de acuerdo a lo que leí fue tal cual. Sublime momento en que alguien usa la razón en la sinrazón. Esperemos que siga así y que no tuerza el camino ni renuncie.
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