domingo, 10 de noviembre de 2019

¿Quién dio el golpe? (con video)

Netflix debería hacer una serie sobre Bolivia | Opinión


Estimado director de contenidos de Netlix,
Permítame sugerirle: Tras las series de televisión que ustedes han producido sobre los abusos de poder y la corrupción en Brasil, México, Colombia y Cuba, hagan una sobre lo que está pasando actualmente en Bolivia.

Ya lo sé, Bolivia es un país que sale poco en las noticias, y sus 11 millones de habitantes son un mercado muy pequeño para justificar una de sus mega-producciones de decenas de millones de dólares. Sin embargo, si sigue leyendo esto, verá que una serie de televisión sobre la destrucción de la democracia en Bolivia podría atraer audiencias en todas partes.

Si no fuera por el hecho de que al menos tres personas murieron y 170 resultaron heridas en los últimos días en las protestas nacionales contra el fraude electoral que resultó en la reelección del presidente Evo Morales el 20 de octubre, una serie sobre la crisis política de Bolivia podría incluso ser tragicómica.

El personaje central sería Morales, un ex líder cocalero que se convirtió en el primer presidente de ascendencia indígena de Bolivia en 2006. Pero pronto comenzó a vivir como un rey, volviéndose cada vez más egocéntrico y acaparando casi todos los poderes.

Morales se compró un lujoso avión presidencial de $38 millones de dólares, y construyó un grandioso palacio presidencial de 29 pisos, uno de los más altos de la capital. También construyó un museo de $7.1 millones, el más grande del país, para glorificar la historia de su vida, lo que llevó a sus críticos a llamarlo en son de burla “Ego” Morales.

A pesar de que la constitución de Bolivia solo le permitía gobernar por dos mandatos consecutivos, Morales cambió la constitución para postularse para un tercer mandato. Luego, en 2016, convocó un referéndum nacional para cambiar la constitución y postularse para un cuarto mandato.

Cuando Morales perdió ese referéndum, ideó una nueva excusa para aferrarse al poder: argumentó que sus derechos humanos serían violados si se le prohibía postularse para un cargo público. El Tribunal Constitucional de Bolivia, controlado por él, aprobó su pedido. A partir de ahí la historia se volvió aún más inaudita. A las 8 pm de la noche de las elecciones del 20 de octubre, con el 83 por ciento de los votos contados, los resultados oficiales mostraron que Morales no ganaría en la primera vuelta.

De repente, poco después de ese boletín electoral de las 8 p.m., se detuvo el conteo de votos y el sistema permaneció caído por 23 horas. Cuando se reanudaron los boletines con resultados oficiales al día siguiente, la tendencia del voto había cambiado milagrosamente a favor de Morales. Poco después, Morales anunció que había ganado en la primera ronda.

Una misión de observación electoral de 92 miembros de la Organización de Estados Americanos luego dictaminó que la suspensión del conteo de votos era “inexplicable” y recomendó celebrar una segunda vuelta. Y el 8 de noviembre, la compañía privada contratada por el régimen de Morales para realizar una auditoría del resultado electoral dictaminó que la elección estaba “viciada de nulidad”.

Morales aduce que la oposición está realizando un “golpe”, y ha logrado que la OEA envía un nuevo equipo de 30 auditores electorales, que líderes opositores dicen está sesgada a favor de Morales.

¿Por qué debería importarle todo esto a quienes no son bolivianos? Porque algunos líderes latinoamericanos como el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, y el presidente electo de Argentina, Alberto Fernández, se han aliado con las dictaduras de Cuba y Venezuela para felicitar a Morales por lo que describieron como su “triunfo” electoral, mientras que otros han guardado silencio.

Y porque hay muchos otros ángulos que hacen interesante el drama de Bolivia, incluyendo una supuesta amante de Morales que afirmó haber tenido un hijo con él, narcotraficantes, y buscadores de fortuna extranjeros ansiosos por obtener una parte de las enormes reservas de litio del país.

Lo que está pasando en Bolivia, como lo que sucedió antes en Venezuela y Nicaragua, da para una magnífica serie de televisión sobre el desmantelamiento de la democracia. Mucha gente la vería. Su título podría ser: “Emperador de los Andes”. (El Nuevo Herald)

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