viernes, 2 de agosto de 2013

TAPA REVISTA NOTICIAS CON SERGIO MASSA

Adelanto de la nota de tapa

El verdadero Sergio Massa: Cristinismo trans
Cómo mutó de obsecuente cristinista a opositor tibio. Los consejos de su gurú peruano y el apoyo de la dupla Szpolski-Garfunkel. El factor Malena Galmarini. Radiografía de un fenómeno ambiguo.

El publicista Ernesto Savaglio es un convencido de que el color es una traducción visual de los sentidos. Inventó el amarillo para identificar al PRO, el naranja para vestir la gestión de Daniel Scioli en la provincia de Buenos Aires y, antes, el rojo para la campaña de Sergio Massa a la intendencia de Tigre. El color, en política, transformó una sensación visual en marca. De lo contrario, ¿cómo podrían diferenciar los votantes el discurso de Mauricio Macri del de Scioli o el de Scioli respecto del de Massa, tres de los políticos más populares del país después de Cristina Fernández?

El peronismo, lanzado a las PASO del 11 de agosto, reestrenó su propio transformismo: el kirchnerismo se “scioliza” y Martín Insaurralde transmite su parecido con el perfil de Massa, quien, como se sabe, incurre a la vez en lugares comunes discursivos propios de Scioli y de la imaginaria corriente pejotista “Aire y Sol”, según la bautizara el escritor Jorge Asís. Massa tiene con qué sostener su propio “equilibrio” y la capacidad de decirle a la gente lo que él supone que quiere oír: dicen que silenció, por ejemplo, su fanatismo por San Lorenzo y la simpatía por Chacarita Juniors –nació en San Martín y es amigo de Luis Barrionuevo– para convertirse en hincha del Club Atlético Tigre cuando ganó la intendencia. Y eso que la camiseta del club favorito es lo que nunca se entrega. Hasta lo habría convertido a Amado Boudou, su ex amigo y mano derecha en la ANSES.

“SOY UN CARADURA”. El miércoles 31, Massa llegó al centro de San Justo, en La Matanza, en la camioneta Volkswagen Touareg en la que suele moverse. Llegó tarde porque había pinchado una goma, pero, ya en el centro comercial, se transformó en lo que es, un rockstar, la gente se le tiraba encima. Un fotógrafo y una cámara de TV personales lo seguían a cada paso y él posaba con vendedores de garrapiñadas, empleados de comercio u obreros de la construcción. A todos les dice algo y les da una palmada. Ida y vuelta. “¡Me va mal con la gente, eh!”, alardea ante NOTICIAS, irónico, mientras sale de un local de ropa para chicos donde bromeó con las vendedoras, algunas sorprendidas en su timidez: “Yo encaro, voy para adelante porque soy un caradura”.

A su modo, un caradura “exitoso”. A los 19 años era vicepresidente de la juventud de la Ucedé (Unión de Centro Democrático), por entonces todavía conducida por Álvaro “El Chancho” Alsogaray. A los 27, asumía como diputado bonaerense de la mano de Ramón “Palito” Ortega, una celebrity heredada del menemismo. A los 29, aterrizaba en la ANSES patrocinado por Eduardo Duhalde. A los 36, fue jefe de Gabinete de Cristina Fernández con la venia de Néstor Kirchner y una obsecuencia pocas veces vista. Con 41 años recién cumplidos, el intendente de Tigre presume ahora de liderar una nueva corriente renovadora del peronismo capaz de ganarle las elecciones al kirchner-cristinismo.

“Prometí trazar una raya y construir para adelante; formo parte de una generación dispuesta a modernizar la política”, proclama. El consultor y encuestólogo peronista Julio Aurelio asegura que Massa es un líder de amplio espectro. Integraría el reducido club de políticos que, en sus territorios, tienen índices de respaldo que bordean el 80%. De hecho, fue electo en Tigre con más del 73% de los votos, el porcentaje más alto en toda la provincia. Su arrolladora imagen positiva es, sin embargo, una construcción ambigua: algunos lo suponen un cristinista encubierto, otros –jubilados principalmente– recuerdan su paso por la ANSES, están quienes valoran su gestión como intendente y también los que lo imaginan como el futuro presidente de la Nación, el único que sería capaz de enterrar para siempre la dinastía K. En cualquier caso, la franquicia peronista –siempre útil para adaptarse a cada viraje ideológico o económico de la historia nacional– es su actual salvoconducto para llegar al poder.

La familia política de Massa le marcó el camino: Marcela Durrieu, la madre de Malena Galmarini, su mujer, fue médica sanitarista de la corriente Ramón Carrillo y militante de la JP Lealtad en la década del ’70, luego dirigente de la rama femenina del PJ de San Isidro en tiempos de Menem y trabajadora voluntaria, en una y otra etapa, en la villa de emergencia La Cava. Con su ex marido, Fernando Pato” Galmarini, experimentó las fases setentista, renovadora, menemista, duhaldista y kirchnerista del peronismo de los últimos 40 años: la suegra de Massa es hoy candidata a concejala y el suegro candidato a diputado provincial, ambos por el Frente Renovador + a.

Él mismo es un típico subproducto trans del peronismo: cuando se casó con Malena, invitó a su casamiento a Carlos Menem, quien asistió con su pareja de entonces, la chilena Cecilia Bolocco. La wedding planner fue Bárbara Diez, la mujer del macrista Horacio Rodríguez Larreta, una conexión natural. Sin embargo, ya bajo el gobierno de Duhalde, declarado antimenemista, Massa aceptó –pese a los riesgos de la crisis– el cargo en la ANSES. Pero también fue Kirchner el que lo confirmó luego en el cargo, supuestamente para un “cambio”. Con bendición o intimación kirchnerista de por medio, Massa fue dos veces candidato a diputado nacional del Frente para la Victoria, en el 2005 y el 2009, aunque en ningún caso encabezó la boleta, figuró en el cuarto puesto. Las dos veces lo suyo fue testimonial. Pero el 28 de junio del2009 a la noche, cuando Kirchner se resistía a admitir su derrota en la provincia y empezaban a llegar los resultados de cada municipio, la relación entre ellos estalló por los aires. Malena Galmarini, como primera candidata a concejal de Tigre, sacó 14 puntos más de votos que la boleta de Kirchner para diputado nacional. Astuto, Massa, había diferenciado en la campaña a su esposa del binomio Kirchner-Scioli. Massa había elegido el rojo para sus candidatos locales, Kirchner el azul oscuro. De vuelta, el color despertó sensaciones.
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1 comentario:

  1. Jaja lo mataron, por lo caderona debe ser el cuerpo de Kris.

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