La decadencia de un Don Nadie

Está disfrutando su momento de gloria con los resabios de su relación con la estrella. Sigue viviendo de su vida privada, como le enseñó la más linda del país. Pero en esta nueva etapa no tuvo mejor idea que pedirles a sus abogados que le enviaran a ciertos medios una advertencia legal para que no se lo nombre y no se lo muestre. Una estupidez digna de un estúpido.

Con esto queda demostrado que el tipo no era un nabo por pedido de su ex pareja famosa. No, es un tonto de chico, de herencia, genética pura. ¿De qué podríamos hablar a la hora de hablar de este chico que vivió a la sombra de la diva? Aprendió a hablar, a vestirse, a ser alguien. Se relacionó con el mundo del espectáculo y se quedó con todas las tarjetas para usarlas ahora como si fueran contactos personales. Es patético verlo llamando amiguita o amiguito a artistas que, hasta no hace mucho, creían que el muchacho sin nombre era sólo el mucamo sexual de la reina de la avenida Alvear.

Hizo todos los papelones posibles. Se disfrazó del Che Guevara, lloró todas las veces que pudo, contó chistes malos que él transformó en malísimos, se subió a todos los escenarios que pudo y fracasó con ahínco en cada uno de ellos. Se sumó a un éxito infantil televisivo y, en pocos meses, logró que comenzara a hundirse en las turbias aguas del bajo rating. El chico se la creyó.

Un día se levantó y tomó la decisión de volar solo y no miró que sus alitas le pertenecían a la dama que recibía cada mañana de sus manos el desayuno en la cama. Algún amigo que vio el filón le susurró al oído que era su hora, que el mundo era de él, que los productores se peleaban por tenerlo, que era el mejor entre los mejores. No se dio cuenta, el innombrable, que todo era mentira.

Sólo hay que darle tiempo al tiempo. No pasará mucho hasta que el ex sepulturero vuelva a rogar por mostrar los retazos de su pobre vida privada. Lo que hizo siempre en su rol de servil mantenido. Es tan previsible que lo primero que hizo, después que la verdadera estrella le clavara el mocasín en el trasero, fue engancharse con cuanta mina se le cruzó en el camino. Pero es tan bobo que cambió un modelo de colección por otro más nuevo pero horrible.

Lo único que no se llevó de sus ocho años de relación fue el buen gusto. Y ahora no quiere hablar de su vida privada. Está bien, comenzaremos a hablar de sus condiciones profesionales. Nos dedicaremos a enumerar sus éxitos en cada uno de los rubros que encaró y que encare. Nos alegraremos con su crecimiento en el rubro gastronómico o en el cable. Aplaudiremos cada nuevo bagarto que ingrese a su dormitorio con el fin de conocer al tipo que durante ocho años se acostó con el sex symbol argentino. Que no se engañe: ninguna llegará por su belleza, quieren conocer el secreto que guarda y que deslumbró a una mujer inteligente.

No hablaremos más de su vida privada. No mostraremos su imagen. No lo nombraremos. Lo borraremos de nuestras agendas. Nos olvidaremos de él. De todas maneras no será muy difícil. Siempre lo tuvimos en la A de Graciela. Era, simplemente, un agregado de la diva. Ya hay una larga historia de ex parejas de celebridades de los cuales hoy ni siquiera recordamos su cara. Más tarde o más temprano, este muchacho seguirá ese camino y vendrá a tocar las puertas de cada redacción pidiendo una fotito para logar que no se le pudra el sushi imposible de vender.

Y como ven. Y como ves, caballero de la nada, se puede hablar de vos sin nombrarte. Rezá para que la estrella te perdone y puedas volver a compartir la cama con ella y el perro. Si ella… y él te dejan.

Tu simpatía se convirtió, de pronto, en estupidez. Seguramente todo el tiempo fue lo segundo y ahora, sin la mano de la experiencia, se te nota demasiado. Ya fue demasiado. Ya gastamos demasiado para alguien que quiere volver al anonimato. Pensándolo bien, ese es tu lugar. Bienvenido otra vez a la nada.

jorgerial@primiciasya.com