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domingo, 26 de julio de 2009

“Fui pareja de la esposa de Sofovich”

Jacobo Winograd

Conozca la durísima historia de vida que se esconde detrás del más mediático de los mediáticos. Su infancia en un conventillo de Mataderos, el abandono de su madre a los 6 años, su huida de un asilo para niños, sus primeros rebusques en la noche porteña, la vergüenza de su hermana mayor y su cambio desde el nacimiento de su hija ¡Jacobo inédito!
Soltero sin apuro
Jacobo admite que le cuesta mucho mantener una pareja en el tiempo: “Soy infiel por naturaleza, nunca pude resolverlo. Estoy resignado con ese tema. Por eso prefiero no comprometerme con ninguna relación”.

Son las dos y media de la tarde, pero Jacobo Winograd (52) está desayunando. Mientras recibe a Paparazzi en su casa de Villa Urquiza, toma un té con edulcorante y se devora –no come, se devora– cuatro galletitas de agua untadas en queso blanco, mermelada de frutilla y dulce de leche. Sí, todo junto. “Y todo light”, aclara él. El menú lo completan una cápsula de un conocido multivitamínico, y el primero de los 20 cigarrillos que fumará a lo largo del día. “Listo, ya podemos empezar”, anuncia luego de la primera pitada.

A contramano del personaje que vende en cada reportaje al que asiste, esta vez no gritará ni transpirará. No le será necesario para contar su historia de vida, esa que ayudará a entender un poco más al más mediático de los mediáticos.

“Soy chileno”, es lo primero que cuenta Jacobo, sorprendiendo desde el comienzo. “Mis padres, Saúl (polaco) y Marta (alemana), se conocieron en los campos de concentración de Auschwitz, Polonia, en pleno régimen nazi. Después de un tiempo se escaparon con 70 personas más, y llegaron a Chile en barco. Primero se instalaron en Valparaíso, donde tuvieron a mis tres hermanas: Felicia, y las mellizas Patricia y Gloria. Y después se mudaron a Santiago, donde nací yo”.

Cuando tenía 5 años, Jacobo y su familia viajaron a la Argentina, en busca de un futuro mejor. “Nos instalamos en Mataderos. Vivíamos en una especie de conventillo, en dos piezas que alquilamos. Estábamos en la pobreza total”, apunta. “Mi papá empezó a trabajar como cobrador de los vendedores de oro de la comunidad judía. Pero al año mi mamá nos abandonó, y se llevó la valija donde mi viejo tenía todos los pagarés. Nos dejó en la ruina total”, recuerda con resignación.

Saúl Winograd, asfixiado económicamente, decidió poner pupilas a sus tres hijas en un colegio, y a Jacobo lo llevó a un asilo para niños y ancianos de la AMIA (Asociación Mutual Israelita Argentina), en Burzaco. “Ahí recibíamos comida, educación y una cama caliente. Pero yo no aguanté el encierro y a los 13 años me escapé”.

–¿Hoy entendés la decisión que tomó tu papá?
–Totalmente. El buscó lo mejor para nosotros. Mi papá era mi ídolo, mi Dios, mi Maradona. Falleció hace 28 años, y es el día de hoy que sueño con él. Lo extraño mucho.

–¿Cómo es tu relación actual con tus tres hermanas?
–Con las mellizas me llevó bárbaro, nos adoramos. Ellas viven en Israel, pero hablamos seguido. Y con la mayor no me hablo hace seis años, porque tiene vergüenza por todo lo que hice en televisión. Es una mujer muy importante dentro de la colectividad judía. Me contaron que un día, mientras jugaba al tenis en el club Hacoaj, una amiga le preguntó “tenés algo que ver con el Jacobo Winograd que está en la televisión”, y ella respondió “no lo conozco”.

–¿Te duele eso?
–¿Cómo no me va a doler? Pero yo la quiero igual. Me encantaría que nos reconciliáramos. Pero además ella no me perdona que su sobrina haya sido bautizada, una decisión que tomó la madre de mi hija.

–¿A tu madre volviste a verla?
–Sí, hace 14 años. Pero tenía un rencor tan grande hacia ella, que cuando la vi le dije barbaridades, de las que hoy me arrepiento, porque yo no sabía que ella había quedado mal psíquicamente por el maldito holocausto, si no una madre jamás abandonaría a cuatro hijos. Nunca más volví a verla. Cuando murió, hace cuatro años, no tuve fuerzas para ir al velorio. Antes de morir, estaba internada en un geriátrico por problemas psiquiátricos, y cada vez que me veía en la televisión, empezaba a gritar “¡ese es mi hijo!”, y los enfermeros, pensando que era un brote de locura, le daban una inyección.

–¿De qué trabajaste en tu adolescencia?
–Yo nunca trabajé en mi vida. Dejé la escuela en sexto grado, y a los 15 años empecé a vivir en la noche. Y como era joven, pintón y de pelo largo, me hacía el cajetilla y llamaba la atención de señoras grandes, con las que empecé a salir, y ellas me ayudaban económicamente...

–¿Te referís a que les dabas favores sexuales a cambio de dinero?
–Llamalo como quieras. Con algunas llegué a convivir y hasta a viajar por Europa. Así me alquilé mi primer departamento, compré mi primer auto (un Dodge Coronado) y me puse una fábrica de ropa en Sarmiento y Pasteur. Después comencé con el negocio del alquiler de autos. Trabajaba para los mejores hoteles, y a algunos autos les agregué... perfumes para que se pusieran mis clientes.

–¿Perfumes?
–¡Mujeres! Mucha vedette y mucha modelo muy conocidas en ese momento. Pero no voy a dar nombres. Al mismo tiempo, en 1986 hice saltar la banca del casino de Mar del Plata. Agarré cinco veces el 32. Y en la última bola jugué en conjunto con 30 personas. Cuando me cantaron el 32, me desmayé. Gané 2.800.000 dólares. Una locura. Me compré siete departamentos, una mansión, decenas de autos...

–¿Hoy, dónde está esa plata?
–Me la jugué toda. El que juega por necesidad, pierde por obligación. Hasta que nació mi hija, y dejé la timba.

–¿Cómo conociste a la mamá de tu hija?
–En la noche. Pero mientras salía con ella, yo también era pareja de Sofía Oleksak, que en ese momento tenía 20 años.

–¿La actual esposa de Gerardo Sofovich?
–Sí. Una gran mujer, que me bancó económicamente en momentos complicados. Una de las mujeres que más me gustaron en mi vida. Sólo tengo palabras elogiosas para ella. Después se casó y tuvo dos hijos con otro hombre, y ahora contrajo matrimonio con Gerardo ¿Viste? Billetera mata galán.

Fuente: Paparazzi

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